Los siglos de oro españoles
Esta es la época de los grandes descubrimientos, comenzando
por el de América, y el hallazgo de nuevos imperios, como el azteca o el inca,
o de extensas tierras que antes no se conocían sino de oídas, como China, Japón
o el Pacífico en conjunto, son terreno propicio para que sobre él se lancen
mentes dispuestas a fantasear con lo habido y por haber.
Como es lógico, hay muchos libros de novela histórica que
tratan sobre este tiempo. La conquista y colonización de América, y las
múltiples aventuras que en semejante escenario tuvieron lugar, ha inspirado a
gran cantidad de autores, y no digamos la turbulenta vida en Europa durante
aquellos años. Aquí debajo pongo una lista de novelas más o menos históricas
(algunas, pese a su barniz histórico, son más bien de aventuras) ambientadas
durante los siglos XVI
y XVII. El año
que se cita es el de la primera edición.
La Princesse de Clèves (Mme. de La Fayette, 1678)
Diario del año de la peste (Daniel Defoe, 1722)
Los novios (Alessandro Manzoni, 1842)
Taras Bulba (Nicolás Gogol, 1842)
Los tres mosqueteros (Alejandro Dumas, 1844)
La letra escarlata (N. Hawthorne, 1851)
Príncipe y mendigo (Mark Twain, 1881)
El capitán Blood (Rafael Sabatini, 1922)
El caballero de la Virgen (Blasco Ibáñez, 1929)
El dios de la
lluvia llora sobre México (Laszlo Passuth, 1939)
El Enano (Pär Lagerkvist, 1944)
Esa Dama (Kate O'Brien, 1946)
De noche, bajo el puente de piedra (Leo Perutz, 1958)
La aventura
equinoccial de Lope de Aguirre (Ramón J. Sender, 1964)
Opus nigrum (Marguerite Yourcenar, 1968)
El samurái (Shüsaku Endö, 1980)
Tenochtitlan: la última batalla de los aztecas (José
León Sánchez, 1984)
León el africano (Amin Maalouf, 1986)
La gesta del marrano (Marcos Aguinis, 1991)
La isla del día anterior (Umberto Eco, 1994)
El galeote de Argel (Bartolomé Bennassar, 1995)
Me llamo Rojo (Orhan Pamuk, 1998)
Rojo amanecer en Lepanto (Luis Zueco, 2011)
Narraciones históricas de Camargo Rain
Camargo Rain también ha escrito sobre aquellos tiempos, en
especial un libro, El viaje del morisco (de próxima publicación), que
sucede durante la frontera de estos siglos, 1600 y 1601.
Pero, además, hay otros episodios históricos que se refieren
a este período. En Ojos azules está Cortejo en la selva,
narración del paso del istmo de Panamá por una tropa de piratas en Tierra
Firme, que era como se conocía entonces aquella parte, y en Chica encuentra
chico (se publicará también próximamente), el capítulo llamado La
llanura, crónica al modo de la de Vázquez de Coronado, cuando a mediados
del XVI
emprendieron viaje desde las tierras mejicanas hacia el norte en busca de las
siete ciudades de Cíbola, que presumían de oro. Este episodio está narrado por
una negra antillana que va en la expedición como esclava y se llama Melisa. La
aventura acaba como el rosario de la aurora, pero eso ya lo contaré otro día.
Lo que hago hoy es colocar aquí un trozo de El viaje del morisco, que
cruzó de sur a norte la península ibérica abriendo nuevas vías de comunicación
para el establecimiento de oficinas de correos por encargo de una familia de
judíos que tenían un nombre muy curioso: los Taxis. Este fragmento, que sucede
durante la primavera de 1601, dice así:
LA
VÍA DELAPIDATA
Aquí comienza el viaje del morisco llamado Juan Rui, que
se aventura por esos mundos que tan poco conoce,
los conocí de joven, cuando mi padre me llevó a visitar
países lejanos, el reino de Galicia, las Asturias, esa costa norte barrida por
los vientos y en donde he pensado iniciar una nueva andadura. Lo del pescado es
un pretexto al lado de mis verdaderos propósitos. La madre de mi novia estaba
en lo cierto cuando llorosamente me llamó pederasta, ladrón de almas,
polígamo..., pero quién puede resistir a las pasiones cuando tiene cuarenta
años... Además, su madre es una esclava, no tiene ningún poder sobre mí y poco
me importan sus denuestos..., aunque resulten más que justificados.
Cada día que transcurre el pescado pierde parte de su valor,
envejece, la mercancía mengua si pasa semanas sin cuento en una bodega o el
fondo de un barril y es preciso alcanzar el destino cuanto antes, y como
nuestro convoy es pesado, y pesada la carga que transporta, he dispuesto la
formación de la siguiente columna: al frente marchará uno de los carros más
ligeros con varios de a caballo. Ellos nos precederán en una jornada y nos irán
dando aviso sobre el estado del camino y los posibles entorpecimientos. Detrás
de ellos circularán varios de los carretones, asimismo guardados por gente de
armas, y al fin, a media jornada de distancia de los anteriores, el segundo grupo
de galeras, el más grande, con el grueso de la tropa. Ni que decir tiene que
deberemos comunicarnos continuamente, pero para eso he prevenido varios
jinetes, chicos jóvenes que están deseando hacer méritos y sin cesar se
desplazarán de un grupo a otro. Quizá, si prospera el asunto de los Taxis,
encuentren acomodo en la nueva sociedad, pues necesitaremos caballeros
experimentados y leales.
Los carros grandes, galeras de seis ruedas y caja ovalada,
son arrastrados por tiros de doce o quince mulas, y como de ellos tenemos más
de una docena, inquieto me cuestiono en dónde encontraremos, durante tan largo
viaje, alimento para las bestias. Para algunos días cargamos con grano y otras
raciones a que los animales están acostumbrados, pero me pregunto qué sucederá
cuando estas se terminen. Los arrieros, sin embargo, están habituados a los
días de camino y no dan importancia a mis palabras, Dios proveerá, maese Juan,
me dicen, y se ríen entre ellos, lo que no deja de tranquilizarme. A ello hay
que sumar otros carros más pequeños..., y las mujeres.
Ellas son parte importante de la expedición, pues ¿quién se
encargaría, si no, de la intendencia y otras labores de las que los hombres no
quieren ni oír hablar? Alguien debe cocinar para tan numerosa tropa, y llevar a
cabo las cotidianas tareas que nimias parecen si no se piensa en ellas con la
debida hondura. ¿Quién lavará durante los atardeceres en los arroyos, o quién
acopiará la necesaria leña, y quién guardará el mayor tesoro que en esta
nutrida comitiva se encuentra...? Varias de estas mujeres son las novias de
algunos de los que forman parte de la expedición, de quienes no van a separarse
y en ella han reclamado con vehemencia su puesto, y algunas son jóvenes o están
a punto de dejar de serlo, chicas que aspiran a mejorar su vida al lado de
quienes desean, pero la mayoría son mayores, personas de edad y raciocinio que
cargan con la mayor parte de los trabajos, y entre ellas va la niña, a la que
llevan medio a escondidas, dado que en el convoy viajan muchos hombres. Para
prevenir conflictos les he dicho que la vistan de la peor manera, andrajosa y
sucia, y así hurtarla de las capciosas miradas de quienes nos acompañan.
De Cádiz hemos partido con un verdadero ejército, criados de
Bartolomé y don Joaquín de los que pocos me gustaron, imagino que a ellos
tampoco les gustaban y por eso los enrolaron en la partida, pero como los míos
son mayoría, en ningún momento he dudado sobre el éxito de la empresa. Es mucha
y muy preciosa nuestra carga, y no debe confiarse al albur, así que, entre
otras disposiciones, he decretado que todos deben disfrazarse de castellanos, nadie
debe vestir a la morisca, ya sé que es preferible esa ropa cuando hace calor,
pero nuestra suerte es comprometida y no quiero sorpresas, pongamos los medios
para llevarla a buen puerto, y cuando os licencie podréis vestiros como os
plazca, que nadie os lo va a impedir.
Algunos me contemplaron con torcidos ademanes, pero como lo
más importante es cobrar los haberes, nadie pronunció una palabra.
Hemos sorteado la ciudad de Sevilla pues el paso por ella no
podía producirnos más que inconvenientes, urbe disoluta y plagada de ladrones y
burócratas, la hemos rodeado por el sur, y durante el transcurrir por sus
inmediaciones los hombres han sido tentados por el fabuloso aspecto de sus
lejanas torres y la multitud de mendigos que han intentado asaltarnos describiéndonos
las maravillas que entre sus muros se encierran, a lo que hemos respondido con
hierros, en firme y sin ambages.
Nuestra marcha discurre ahora por las montañas que preceden
a la meseta, sierra de Aracena, me señalan, y allí, Cumbres Mayores, ¿ve su
señoría el blanco caserío, adornado de castillo, que sobre la loma se encuentra?,
en tiempos fue capaz refugio de los torvos infieles, pero tiempo ha que sobre
el más alto torreón luce el pendón de Castilla.
Este camino que a duras penas recorremos es la vía
delapidata, que yo juzgo restos de una antigua calzada romana, y cuyo
nombre lo da a entender. Delapidata es lo mismo que solada,
pavimentada con lápidas, piedras planas, y esta que recorremos, aunque a
trechos, así se presenta, lo que no es parco alivio para los carros, más si son
grandes, que mejor circulan por lugares embaldosados que por infames y
enlodadas sendas carreteras, de las que cubierto está nuestro país. El
agrimensor que nos acompaña, Germán, que asegura haber llegado desde los países
de Flandes, lo que quizá sea digno de creer pues su habla es insegura y
sumamente confusa, parece entusiasmado de encontrarse en donde se encuentra,
¡el camino de la cofradía de la Mesta...!, dice con arrobo y poniendo los ojos
en blanco, mil veces oí hablar de él allá en mi país..., Castilla, la lana, los
caballeros que lo recorren..., caballeros españoles flacos y larguiruchos y con
la austeridad pintada en el semblante, que, sépalo vuecencia, son los mejores
del mundo..., y no lo digo por darle coba sino porque Europa entera así lo
acepta, ¡país lejano y lleno de maravillas!, patria de quienes a despecho de
las dificultades y los incontables peligros de que hablan las leyendas antiguas
osaron internarse en el océano abierto para descubrir nuevas e inmensas y
desconocidas tierras..., y como le veo venir en sus ponderaciones, le pregunto,
y dígame, Germán, ¿qué le parece nuestra comida?, y él de nuevo bizquea y
exclama lleno de encomio, ¡ah, la comida...!, ¡esos durísimos garbanzos!, las
razas obstinadas están hechas de pétreos alimentos y procuraré arrimarme a
ellos, no lo dude su merced, y llevarlos a mi tierra cuando regrese, ¿y las
mujeres...?, ¿qué le parecen a su merced nuestras mujeres, tan diferentes
seguramente a las que antes conoció?, y él se explaya de nuevo con la escudilla
en la mano mientras la tropa le escucha entre embobada y divertida.
En la vía delapidata de la leyenda clásica encontramos
enormes rebaños de merinos que emigran hacia el norte levantando nubes de polvo
que oscurecen el cielo. El mes de abril es de enorme ajetreo en esta región, y
en una polvorienta población, un enorme pueblo en la estepa por la que
discurrimos, le llaman Zafra, cambiamos las peores mulas de las galeras por
otras más capaces, pues algunas flaquean ya y sabemos que no llegarán muy
lejos. Los mayorales hacen recuento y eligen las más jóvenes entre gritos y
latigazos, y una vez rehechos los tiros reanudamos el camino tras haber dormido
bajo techado durante dos noches y repuesto los cuerpos en los mesones.
Por aquí llegaremos a Cáceres y a Trujillo, importantes
enclaves en los que quizá podamos colocar parte de la mercancía, lo que nos
permitiría desembarazarnos de algunos carros, pues la caravana es larga y
difícil de manejar. Hasta ahora no hemos sufrido problemas dignos de mención ni
encontrado las partidas de bandoleros ante las que nos han prevenido en todas
partes, pero creemos que ello se debe a nuestro número, pues los bandidos están
acostumbrados a desvalijar pequeños grupos o viajeros solitarios, y la aparición
en el camino de una veintena de enormes carros y no menos de cincuenta jinetes
les obligará a sopesarlo. Quizá consideren el caudal que ante sus ojos se
esfuma, pero como las partidas están enfrentadas unas con otras, o ello es
fama, ni su sombra hemos percibido. [...]
Aquí dejo los enlaces a los libros disponibles en el
mercado, Ojos azules y Dios conmigo, por si alguien
siente curiosidad:
Ojos azules en versión Kindle =
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Blog en el que se habla de Ojos azules:
Dios conmigo en versión Kindle =
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Blog en el que se habla de Dios conmigo:
En entregas posteriores (en este y otros blogs) seguiré
hablando de estos asuntos (la novela histórica), y mientras tanto podéis mirar
aquí:
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