viernes, 4 de agosto de 2017

La novela histórica (5): siglos XVI y XVII


Los siglos de oro españoles


 
Esta es la época de los grandes descubrimientos, comenzando por el de América, y el hallazgo de nuevos imperios, como el azteca o el inca, o de extensas tierras que antes no se conocían sino de oídas, como China, Japón o el Pacífico en conjunto, son terreno propicio para que sobre él se lancen mentes dispuestas a fantasear con lo habido y por haber.
Como es lógico, hay muchos libros de novela histórica que tratan sobre este tiempo. La conquista y colonización de América, y las múltiples aventuras que en semejante escenario tuvieron lugar, ha inspirado a gran cantidad de autores, y no digamos la turbulenta vida en Europa durante aquellos años. Aquí debajo pongo una lista de novelas más o menos históricas (algunas, pese a su barniz histórico, son más bien de aventuras) ambientadas durante los siglos XVI y XVII. El año que se cita es el de la primera edición.

La Princesse de Clèves (Mme. de La Fayette, 1678)
Diario del año de la peste (Daniel Defoe, 1722)
Los novios (Alessandro Manzoni, 1842)
Taras Bulba (Nicolás Gogol, 1842)
Los tres mosqueteros (Alejandro Dumas, 1844)
La letra escarlata (N. Hawthorne, 1851)
Príncipe y mendigo (Mark Twain, 1881)
El capitán Blood (Rafael Sabatini, 1922)
El caballero de la Virgen (Blasco Ibáñez, 1929)
El dios de la lluvia llora sobre México (Laszlo Passuth, 1939)
El Enano (Pär Lagerkvist, 1944)
Esa Dama (Kate O'Brien, 1946)
De noche, bajo el puente de piedra (Leo Perutz, 1958)
La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (Ramón J. Sender, 1964)
Opus nigrum (Marguerite Yourcenar, 1968)
El samurái (Shüsaku Endö, 1980)
Tenochtitlan: la última batalla de los aztecas (José León Sánchez, 1984)
León el africano (Amin Maalouf, 1986)
La gesta del marrano (Marcos Aguinis, 1991)
La isla del día anterior (Umberto Eco, 1994)
El galeote de Argel (Bartolomé Bennassar, 1995)
Me llamo Rojo (Orhan Pamuk, 1998)
Rojo amanecer en Lepanto (Luis Zueco, 2011)

Narraciones históricas de Camargo Rain
Camargo Rain también ha escrito sobre aquellos tiempos, en especial un libro, El viaje del morisco (de próxima publicación), que sucede durante la frontera de estos siglos, 1600 y 1601.


Pero, además, hay otros episodios históricos que se refieren a este período. En Ojos azules está Cortejo en la selva, narración del paso del istmo de Panamá por una tropa de piratas en Tierra Firme, que era como se conocía entonces aquella parte, y en Chica encuentra chico (se publicará también próximamente), el capítulo llamado La llanura, crónica al modo de la de Vázquez de Coronado, cuando a mediados del XVI emprendieron viaje desde las tierras mejicanas hacia el norte en busca de las siete ciudades de Cíbola, que presumían de oro. Este episodio está narrado por una negra antillana que va en la expedición como esclava y se llama Melisa. La aventura acaba como el rosario de la aurora, pero eso ya lo contaré otro día. Lo que hago hoy es colocar aquí un trozo de El viaje del morisco, que cruzó de sur a norte la península ibérica abriendo nuevas vías de comunicación para el establecimiento de oficinas de correos por encargo de una familia de judíos que tenían un nombre muy curioso: los Taxis. Este fragmento, que sucede durante la primavera de 1601, dice así:


LA VÍA DELAPIDATA

Aquí comienza el viaje del morisco llamado Juan Rui, que se aventura por esos mundos que tan poco conoce,
los conocí de joven, cuando mi padre me llevó a visitar países lejanos, el reino de Galicia, las Asturias, esa costa norte barrida por los vientos y en donde he pensado iniciar una nueva andadura. Lo del pescado es un pretexto al lado de mis verdaderos propósitos. La madre de mi novia estaba en lo cierto cuando llorosamente me llamó pederasta, ladrón de almas, polígamo..., pero quién puede resistir a las pasiones cuando tiene cuarenta años... Además, su madre es una esclava, no tiene ningún poder sobre mí y poco me importan sus denuestos..., aunque resulten más que justificados.
Cada día que transcurre el pescado pierde parte de su valor, envejece, la mercancía mengua si pasa semanas sin cuento en una bodega o el fondo de un barril y es preciso alcanzar el destino cuanto antes, y como nuestro convoy es pesado, y pesada la carga que transporta, he dispuesto la formación de la siguiente columna: al frente marchará uno de los carros más ligeros con varios de a caballo. Ellos nos precederán en una jornada y nos irán dando aviso sobre el estado del camino y los posibles entorpecimientos. Detrás de ellos circularán varios de los carretones, asimismo guardados por gente de armas, y al fin, a media jornada de distancia de los anteriores, el segundo grupo de galeras, el más grande, con el grueso de la tropa. Ni que decir tiene que deberemos comunicarnos continuamente, pero para eso he prevenido varios jinetes, chicos jóvenes que están deseando hacer méritos y sin cesar se desplazarán de un grupo a otro. Quizá, si prospera el asunto de los Taxis, encuentren acomodo en la nueva sociedad, pues necesitaremos caballeros experimentados y leales.
Los carros grandes, galeras de seis ruedas y caja ovalada, son arrastrados por tiros de doce o quince mulas, y como de ellos tenemos más de una docena, inquieto me cuestiono en dónde encontraremos, durante tan largo viaje, alimento para las bestias. Para algunos días cargamos con grano y otras raciones a que los animales están acostumbrados, pero me pregunto qué sucederá cuando estas se terminen. Los arrieros, sin embargo, están habituados a los días de camino y no dan importancia a mis palabras, Dios proveerá, maese Juan, me dicen, y se ríen entre ellos, lo que no deja de tranquilizarme. A ello hay que sumar otros carros más pequeños..., y las mujeres.
Ellas son parte importante de la expedición, pues ¿quién se encargaría, si no, de la intendencia y otras labores de las que los hombres no quieren ni oír hablar? Alguien debe cocinar para tan numerosa tropa, y llevar a cabo las cotidianas tareas que nimias parecen si no se piensa en ellas con la debida hondura. ¿Quién lavará durante los atardeceres en los arroyos, o quién acopiará la necesaria leña, y quién guardará el mayor tesoro que en esta nutrida comitiva se encuentra...? Varias de estas mujeres son las novias de algunos de los que forman parte de la expedición, de quienes no van a separarse y en ella han reclamado con vehemencia su puesto, y algunas son jóvenes o están a punto de dejar de serlo, chicas que aspiran a mejorar su vida al lado de quienes desean, pero la mayoría son mayores, personas de edad y raciocinio que cargan con la mayor parte de los trabajos, y entre ellas va la niña, a la que llevan medio a escondidas, dado que en el convoy viajan muchos hombres. Para prevenir conflictos les he dicho que la vistan de la peor manera, andrajosa y sucia, y así hurtarla de las capciosas miradas de quienes nos acompañan.
De Cádiz hemos partido con un verdadero ejército, criados de Bartolomé y don Joaquín de los que pocos me gustaron, imagino que a ellos tampoco les gustaban y por eso los enrolaron en la partida, pero como los míos son mayoría, en ningún momento he dudado sobre el éxito de la empresa. Es mucha y muy preciosa nuestra carga, y no debe confiarse al albur, así que, entre otras disposiciones, he decretado que todos deben disfrazarse de castellanos, nadie debe vestir a la morisca, ya sé que es preferible esa ropa cuando hace calor, pero nuestra suerte es comprometida y no quiero sorpresas, pongamos los medios para llevarla a buen puerto, y cuando os licencie podréis vestiros como os plazca, que nadie os lo va a impedir.
Algunos me contemplaron con torcidos ademanes, pero como lo más importante es cobrar los haberes, nadie pronunció una palabra.
Hemos sorteado la ciudad de Sevilla pues el paso por ella no podía producirnos más que inconvenientes, urbe disoluta y plagada de ladrones y burócratas, la hemos rodeado por el sur, y durante el transcurrir por sus inmediaciones los hombres han sido tentados por el fabuloso aspecto de sus lejanas torres y la multitud de mendigos que han intentado asaltarnos describiéndonos las maravillas que entre sus muros se encierran, a lo que hemos respondido con hierros, en firme y sin ambages.
Nuestra marcha discurre ahora por las montañas que preceden a la meseta, sierra de Aracena, me señalan, y allí, Cumbres Mayores, ¿ve su señoría el blanco caserío, adornado de castillo, que sobre la loma se encuentra?, en tiempos fue capaz refugio de los torvos infieles, pero tiempo ha que sobre el más alto torreón luce el pendón de Castilla.
Este camino que a duras penas recorremos es la vía delapidata, que yo juzgo restos de una antigua calzada romana, y cuyo nombre lo da a entender. Delapidata es lo mismo que solada, pavimentada con lápidas, piedras planas, y esta que recorremos, aunque a trechos, así se presenta, lo que no es parco alivio para los carros, más si son grandes, que mejor circulan por lugares embaldosados que por infames y enlodadas sendas carreteras, de las que cubierto está nuestro país. El agrimensor que nos acompaña, Germán, que asegura haber llegado desde los países de Flandes, lo que quizá sea digno de creer pues su habla es insegura y sumamente confusa, parece entusiasmado de encontrarse en donde se encuentra, ¡el camino de la cofradía de la Mesta...!, dice con arrobo y poniendo los ojos en blanco, mil veces oí hablar de él allá en mi país..., Castilla, la lana, los caballeros que lo recorren..., caballeros españoles flacos y larguiruchos y con la austeridad pintada en el semblante, que, sépalo vuecencia, son los mejores del mundo..., y no lo digo por darle coba sino porque Europa entera así lo acepta, ¡país lejano y lleno de maravillas!, patria de quienes a despecho de las dificultades y los incontables peligros de que hablan las leyendas antiguas osaron internarse en el océano abierto para descubrir nuevas e inmensas y desconocidas tierras..., y como le veo venir en sus ponderaciones, le pregunto, y dígame, Germán, ¿qué le parece nuestra comida?, y él de nuevo bizquea y exclama lleno de encomio, ¡ah, la comida...!, ¡esos durísimos garbanzos!, las razas obstinadas están hechas de pétreos alimentos y procuraré arrimarme a ellos, no lo dude su merced, y llevarlos a mi tierra cuando regrese, ¿y las mujeres...?, ¿qué le parecen a su merced nuestras mujeres, tan diferentes seguramente a las que antes conoció?, y él se explaya de nuevo con la escudilla en la mano mientras la tropa le escucha entre embobada y divertida.
En la vía delapidata de la leyenda clásica encontramos enormes rebaños de merinos que emigran hacia el norte levantando nubes de polvo que oscurecen el cielo. El mes de abril es de enorme ajetreo en esta región, y en una polvorienta población, un enorme pueblo en la estepa por la que discurrimos, le llaman Zafra, cambiamos las peores mulas de las galeras por otras más capaces, pues algunas flaquean ya y sabemos que no llegarán muy lejos. Los mayorales hacen recuento y eligen las más jóvenes entre gritos y latigazos, y una vez rehechos los tiros reanudamos el camino tras haber dormido bajo techado durante dos noches y repuesto los cuerpos en los mesones.
Por aquí llegaremos a Cáceres y a Trujillo, importantes enclaves en los que quizá podamos colocar parte de la mercancía, lo que nos permitiría desembarazarnos de algunos carros, pues la caravana es larga y difícil de manejar. Hasta ahora no hemos sufrido problemas dignos de mención ni encontrado las partidas de bandoleros ante las que nos han prevenido en todas partes, pero creemos que ello se debe a nuestro número, pues los bandidos están acostumbrados a desvalijar pequeños grupos o viajeros solitarios, y la aparición en el camino de una veintena de enormes carros y no menos de cincuenta jinetes les obligará a sopesarlo. Quizá consideren el caudal que ante sus ojos se esfuma, pero como las partidas están enfrentadas unas con otras, o ello es fama, ni su sombra hemos percibido. [...]


Aquí dejo los enlaces a los libros disponibles en el mercado, Ojos azules y Dios conmigo, por si alguien siente curiosidad:
Ojos azules en versión Kindle =
Ojos azules en papel =
Blog en el que se habla de Ojos azules:

Dios conmigo en versión Kindle =
Dios conmigo en papel =
Blog en el que se habla de Dios conmigo:

En entregas posteriores (en este y otros blogs) seguiré hablando de estos asuntos (la novela histórica), y mientras tanto podéis mirar aquí:

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