sábado, 17 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 3

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Los del equipo de hockey, los mayores, los veteranos, llegaron tras la instrucción y la posterior e inevitable ducha. Eran altos, erguidos, repeinados y de andares lentos y casi chulescos; sus miradas, de experiencia; las toses, de fumadores, y las calvas, tirando a alopécicas y del género frente despejada; alguno, un poco más viejo que los demás. Todos iban con bolsas de deporte y palos de hockey antiguos y remendados –que son los mejores, como se sabe–, e hicieron su entrada en el bar del mejor humor.
–¡Querido capitán...!
–¡Sí, querido capitán...! ¿Cómo es que no has venido al entrenamiento? Sin ti nos encontramos desasistidos...

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(continuará)

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