lunes, 3 de diciembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 7

Juan el gomoso, en cuanto tenía oportunidad, decía economía doméstica, en la cúpula y ámbitos de inversión. También decía grandes superficies, medio ambiente y zona liberada.
–¿Zona liberada?
–Bueno, sí, ya sabe usted... Esta zona: la nuestra.
–¡Ah, ya!
Juan el gomoso, capitán –circunstancialmente lesionado– del equipo de hockey de veteranos del Real Club de Tenis, una tarde de sábado en la que parecía que los hados jugaban a su favor y estaban solos, planteó a su mujer una cuestión delicada.
–Oye, ¿dónde está el uniforme de la niña?
La mujer de Juan el gomoso, de nombre Irene, padecía ataques de paranoia aguda con aquel asunto del que los periódicos se ocupaban tan regularmente. ¡A las niñas les quieren meter mano los desconocidos por la calle...! Claro, de tanto ver la tele. Su padre, en cambio, miraba a su hija de reojo y, para sus adentros, comentaba,
–¿A esta, tan culibaja y cabezona como su madre, le va a querer meter mano alguien...? –y concluía–. Bueno, es posible; ya se sabe que hay gustos para todo. ¡Ley de vida...!

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(continuará)

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