lunes, 21 de enero de 2008

El cuento del gabardinoso, entrega 18

Después de aquello sólo tuvieron que esperar una semana más, noche sombría y lluviosa, propicia para historias de fantasmas y pálidos aparecidos..., y aquella última vez...
Salió del coche agazapado ante el silencio cómplice de quienes le acompañaban. Se irguió y comenzó a andar por la acera evitando pasar cerca de las farolas...
Eran las seis, sobre poco más o menos, de una gélida y anochecida tarde de invierno, y él caminaba, bajo las amarillentas farolas, apresurada y cansinamente, con la cabeza baja y aparentando ser lo que no era...
¿Quién era el que se disfrazaba? ¿El gabardinoso, con su miembro de plástico –porque es que encima, por lo que le había dicho Irene, la llevaba de plástico–, o el capitán del equipo de hockey, de colegiala...? Desde dentro de su ridícula máscara, Juan el gomoso lo pensó. ¿Cuál era mejor disfraz? ¿El de gabardinoso o el de colegiala...?
Eso que lo diga quien lo sepa, pero Juan, nuestro Juan el gomoso, disfrazado de aquella guisa y deambulando bajo las farolas –lo pensó él mismo–, más parecía una puta de las de antes que una niña...
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(continuará)

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