Los elementos claves para promocionar un
libro son tres: la portada. el título y la sinopsis. Los dos primeros son quizá
los más importantes, pues ¿a quién va a atraer una portada disonante, con los
colores encontrados o confusos o el tipo de letra ilegible o desacorde con las
imágenes que en ella haya? Y del título también podríamos decir algo: lo
primero, que debe sugerir lo que en el interior se encuentra, y lo segundo, que
es preferible que sea corto, de dos o tres palabras si es posible, como
sucedería en Viaje al verano, Chica encuentra chico o Europa
barroca. Y si puede ser de una sola, como en Tormento, Tristana
o Nazarín (las tres de Galdós), mejor aún.
Una vez que el posible lector haya sido
sugestionado por estos dos componentes, seguramente le darán ganas de averiguar
qué hay ahí dentro, para lo cual es posible que lea la sinopsis, compendio o
resumen de lo allí expuesto, por lo que esta debe estar exquisitamente
redactada y no sobrar ni faltar ni una coma. No es fácil, y si se te resiste,
déjalo para el final. Verás cómo, una vez que la tengas escrita, te resulta más
sencillo, llegando el caso de surgir de tu entendimiento como el agua de una
fuente.
Por ejemplo:
Esta es una mis novelas, y cuando la
escribí hice varias de esas sinopsis. Tres de ellas son estas:
Crucita
y yo
Esta es la
vida de dos hermanas. La mayor se llama Nastasia, que con su madre emigró a la
capital del reino cuando era pequeña. Veinte años después su madre volvió a
quedar embarazada y tuvo otra hija, Crucita.
Las mujeres de
este libro son fantásticas: Nastasia, Crucita, la abuela de las niñas, la
madre, la tía Conchita –personaje de carácter…
Entre los
hombres, en cambio, hay de todo. Del padre, mejor será no decir nada. El
Rockero —el Rockero solitario—, el novio de Nastasia, es de lo que no hay, y
los novios de Crucita son dos: Atahualpa, el bueno, y Rafa, del que igualmente
callaremos.
Parece
sencillo, pero no lo es tanto. Durante casi 700 páginas sucede de todo…, aunque
no me tomaré el trabajo de destriparla: el que quiera enterarse, que la lea.
Lo anterior es un resumen sucinto, al
alcance de todos los públicos, de lo que en las páginas del libro se cuenta.
Sin embargo, esta labor (una síntesis de la narración) se puede abordar de mil
maneras, y para que se vea que lo que digo es cierto y todo es cuestión de
echarle más o menos fantasía al asunto, he aquí otra:
Crucita
y yo
Crucita, niña
rizosa, poetisa, trigueña, ojizarca..., y lo que es más, chavala espectacular,
parlanchina a más no poder y señalada por el dedo del Cosmos, que no es cosa
que se vea todos los días. Ser privilegiado, en suma, cuyas andanzas son largas
y enrevesadas, sí, muy aparatosas y teatrales, y movidas...
Crucita, a
quien también se conoció como Maricruz (pero eso no se dice porque es nombre de
gallina), o como rubia, bella durmiente, niña pequeña, especie de maciza y
otros muchos adjetivos del mismo tenor, nació de unos seres que se querían;
vivió a cuerpo de rey toda su vida; se reprodujo, aunque no sin dificultades, y
enfiló el camino hacia adelante con la satisfacción del deber cumplido.
¿Aún me
escuchan...? Pues les voy a decir más. Palabras acabadas en culo hay
muchísimas, casi todas de cuatro sílabas, y las principales son: báculo,
cenáculo, pináculo y tabernáculo; vernáculo, espiráculo y oráculo; o bien,
espectáculo, habitáculo, tentáculo y obstáculo...
Pero no queda aquí la cosa, sino que…
Crucita
y yo es una novela, pero Crucita, su insigne
protagonista, es una niña de las que no se ven –imagino que eso ha quedado
claro–, aunque además es…
C
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